De una belleza decadente, casi decimonónica, flanqueada por palacetes y bordeada por la vía del tren, que es atravesada por un subterráneo. Al fondo, al otro lado de la estación y pasados unos jardines se encuentra el famoso Casino.
Leí en algún lugar que la línea de Lisboa a Estoril en algún momento quiso ser como la Costa Azul francesa y a ratos sí la recuerda. Con la carretera serpenteando junto al océano, dan ganas de conducir un descapotable y que tu compañera luzca gafas de sol y pañuelo en la cabeza que se ajite al viento cual si de la Bergman, la Kelly o la Herpbur se tratase.
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