| Playas 
                  de Portugal 
 Nuestro viaje por las playas del suroeste 
                      de Portugal comienza con un vertiginoso descenso que nos lleva desde Monchique, 
                      uno de los puntos más elevados del Algarve, hasta la villa de Aljezur, en la 
                      N-268, desde donde enfilamos hacia el sur en plena Costa Vicentina. Nuestra primera parada fue Carrapateira y 
                    aunque es más popular su playa de Bordeira, al norte de la población, nosotros 
                    fuimos a parar a la "praia do Amado", a la que se llega por una carretera que 
                    sale de la carretera nacional después de abandonar Carrapateira por el sur. Tras unos kilómetros por una pista 
                    asfaltada y estrecha, como casi será norma en todo nuestro recorrido, nos 
                    encontramos ante una enorme playa, tanto a lo largo como a lo ancho, como son 
                    todas las que vimos que dan a poniente. la playa puede ocupar un par o tres de 
                    kilómetros de punta a punta y está salpicada de formaciones rocosas. Su oleaje 
                    es largo dada la poca inclinación del plano de entrada al agua y proporciona un 
                    playa anchísima en bajamar. Algún chiringuito junto al parking anima la vida 
                    playera, que se dispersa en toda su longitud
 
  .  Siguiendo la carretera hacia el sur nos 
                    encontramos con Vila do Bispo. Es de señalar que son contados los pueblos que, 
                    por esta zona, se abren directamente al mar por lo que el acceso a las playas no 
                    siempre es fácil. Vila do Bispo nos ofrece dos playas 
                    singulares como son Castelejo y Cordama. El acceso a ellas es el mismo en el 
                    primer tramo, ,atravesando el pueblo hacia poniente, pasada la glorieta de 
                    distribución de direcciones al centro de la población, se encuentra una 
                    carreterita a la derecha que hace una suave ascensión hacia los acantilados. En 
                    un punto determinado e indicado, bifurca: hacia la izquierda Castelejo y hacia 
                    la derecha Cordama. El camino hacia Castelejo es por una carretera asfaltada y 
                    estrecha por la que hay que cuidar la coincidencia de paso con otros vehículos y 
                    que llega hasta el chiringuito correspondiente, a pie de playa, donde se 
                    encuentra el aparcamiento. Pero es mucho más emocionante el acceso a 
                    Cordama. Desde la bifurcación, el camino es de tierra y aún trepa un poco más 
                    hasta que súbitamente pica hacia abajo entre curvas y baches que se hacen 
                    interminables. Piedras que saltan por doquier, polvo por todos los lados en unos 
                    inacabables cuatro kilómetros. 
                      
                        
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                          |  acceso a Cordama |  Cuando te preguntas si aquel camino conduce a algún sitio y si serás el único 
                    que se ha atrevido a pasar por ahí, te encuentras con, de nuevo, el chiringuito 
                    correspondiente (quién será el osado que se atreva a abastecerles) y el parking, 
                    probablemente lleno. No importa, hay sitio para todos en una interminable e 
                    impresionante playa, muy abierta en la zona de acceso pero que se va cerrando 
                    hacia los lados. Ello no impide que mida sus tres kilómetros de lado a lado y 
                    que, en bajamar, el agua se aleje más de cien metros del punto de pleamar.
 Avanzando hacia la izquierda de la playa y protegidos por altos acantilados 
                    te puedes encontrar grupos, o parejas, o lo que quieran ser que, casi en la más 
                    absoluta soledad, practican el nudismo. Más allá... la nada.  en la lejanía se vislumbraban grupos de personas.
 Pueden pasar las horas y, casi en la más absoluta soledad, contemplar, sobre 
                    el mar rizado, una impresionante puesta de sol.
     Nuestro siguiente destino era Sagres, una 
                      vez entroncados con la N-125 y siempre, siempre, hacia el sur. En Sagres visitamos la playa de Martinhal; las condiciones climatológicas 
                    del momento en la zona, fuerte viento, solo nos dejaron atisbar exhibiciones de windsurf y que es una bonita playa para disfrutar sin viento,  Cómo no, no nos resistimos a la 
                    tentación, como ya hicimos cuanto estuvimos en el cabo Espichel, de asistir a la 
                    puesta de sol, pero esta vez en el cercano Cabo de San Vicente. Un espectáculo 
                    la propia puesta de sol... y el entorno. La romería que ya nos extraño en 
                    Espichel pero a la que empezamos a acostumbrarnos. Los cientos de personas que 
                    acuden a la espera de ver cómo el sol cae sobre el Atlántico amenizan el tiempo 
                    devorando churros en los puestos ambulantes que, para la ocasión (diaria), allí 
                    se instalan y así, entre churros, café con leche, chocolate, cerveza, esperamos 
                    todos juntos y soltamos un "¡oooh!" colectivo cuando desaparece el último rayo 
                    de sol. 
                      
                        
                          
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                            |  playa junto a la fortaleza de Sagres |  |  puestos de churros en San Vicente |  
                        
                          
                            
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                              |  puesta de Sol en San Vicente |  Tomamos de nuevo la N-125 y, una vez 
                      dejado atrás Vila do Bispo, nos dirigimos a Portimao-Lagos. A pocos kilómetros, 
                      en el cruce de la población de Raposeira estará nuestro nuevo destino. En el 
                      semáforo de Raposeira tomaremos la desviación de la derecha, de nuevo una 
                      estrecha carretera, ahora de asfalto, ahora de piedra, nos saca del pueblo y nos 
                      lleva a una nueva encrucijada: Zavial a la derecha y "praia" todo recto. Si nos 
                      decidimos por la derecha llegaremos, efectivamente a la localidad de Zavial y la 
                      palya de Ingrina. Nosotros seguimos todo recto y, tras unos kilómetros de 
                      toboganes, llegamos al pla playa de Zavial, que no está en Zavial.
 Esta playa tiene ya las características de las playa meridionales: es una playa 
                      más o menos amplia, rodeada de una morfología compleja con calas y altos 
                      acantilados que dibujas una accidentada costa de variadas formas que se internan 
                      en el mar. Y así es.Zavial tiene bandera azul, y un restaurante donde se debe emboscar el socorrista 
                      porque nunca lo vimos. La parte ancha de la playa forma parte de la 
                      desembocadura de una antigua riera y es la zona "superpoblada" con grupos 
                      familiares, juegos de palas, y castillos de arena. Hacia la izquierda, y 
                      discretamente, el grupo playero va perdiendo indumentaria por el camino hasta 
                      llegar a una zona fundamentalmente nudista que a ratos se embosca tras pequeños 
                      muros de piedra para protegerse del viento, a ratos se muestra más abiertamente 
                      sobre la playa y bajo el acantilado que "amenaza" derrumbarse.
 
                        
                          
                            
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                              |  calas en Zavial |  En bajamar, si continuamos más a la izquierda, podemos acceder a un buen número 
                      de calas que deja el agua al descubierto y que, conociendo anticipadamente el 
                      movimiento de las mareas, pueden proporcionarnos rincones solitarios 
                      maravillosos. De nuevo en la N-125 hacia Lagos, tras 
                      las subidas y bajadas de la carretera (¡ojo con los conductores temerarios, o 
                      los timoratos, que de todo hay!, y mucho inglés no acostumbrado a conducir por 
                      la derecha) llegamos al semáforo de Salema. A la izquierda de la nacional 
                      quedará un campo de golf y a la derecha el desvío a Salema y Figueira. Una vez 
                      hecho este desvío continuamos hasta Figueira, pasado este pequeño pueblo un 
                      nuevo desvío, esta vez a la izquierda y varios kilómetros más adelante un nuevo 
                      camino de tierra, señalizado con una pintada sobre la calzada, nos lleva a la 
                      playa "das Furnas", otra de las joyas del Algarve. Das Furnas no tiene ningún servicio y 
                      apenas un "parking" para dos docenas de coches, por lo que su ocupación no puede 
                      ser muy elevada. Como Zavial, es lo que parece la desembocadura de una antigua  
                      rambla, y se accede a la playa sobre un montón de cantos rodados. Un vez en ella 
                      nos encontramos con una playa de apenas 200 m. de punta a punta, rodeada de 
                      acantilados en los que el agua ha excavado cuevas o "furnas", que 
                      predominan a la izquierda de la playa,La caída de la tarde es espectacular, cuando los grupos se van marchando, el 
                      acantilado va proyectando su sombra cada vez más alargada comiendo terreno a la 
                      playa y los pocos que quedamos nos abrigamos al sol a la entrada de una de las 
                      cuevas,. La calita de la derecha desaparece bañada por la marea.
   
                         
                        Un mayor grado de intrepidez requiere la 
                          playa de Figueira, a la que se accede por el camino que sale de la población y 
                          que indica "fortaleza", y es que la cala se abre justo debajo de una antigua 
                          fortaleza. Un camino de tierra conduce a un reducido aparcamiento en el que se 
                          indica que sólo se puede continuar a pie. Y, en efecto, tras un "paseo" de cerca 
                          de un kilómetro entre higueras y tierras de labor se llega a una diminuta cala 
                          de apenas 50 m. de ancha, con escasa ocupación y una mar abierta y embravecida 
                          la mañana que estuvimos.  En Figueira lo importante es llegar. Salema es, de todas las que vimos, de las 
                        pocas poblaciones de pequeño tamaño que se encuentra al borde del mar. En 
                        efecto, cruzando la carretera que se dirige a Figueira, por un cruce poco 
                        ortodoxo, ésta serpentea entre pinos, cipreses, eucaliptos y un intenso olor a 
                        jara, deja a la derecha el camping "Quinta dos carriços" y apenas a un kilómetro 
                        llega a Salema, un pequeño pueblo con incipiente turismo organizado, dos o tres 
                        hoteles de relativa importancia y una playa, la más urbana desde allí hasta 
                        Sagres. Cuenta con todos los servicios de una playa "civilizada": restaurantes 
                        "homologables", tumbonas, duchas y servicios y una amplia playa que se extiende 
                        a la derecha del pueblo. A la izquierda, en lo que parece cada vez más acosado 
                        por el turismo, está el viejo pueblo marinero, con su rampa de acceso de las 
                        barcas al mar, sus ancianos sentados en un mini paseo marítimo y un restaurante 
                        pequeño pero delicioso donde tomar atún a la algarvina mirando al mar sin ningún 
                        tipo de obstáculo. 
                          
                        Siguiendo de nuevo la N-125, el siguiente 
                          cruce es Budens. A la derecha sale una carretera que nos conduce a Boca do Río. 
                          No sé si el mejor calificativo sería el de playa rústica, o virgen o qué porque 
                          es una enorme playa, algo destartalada, en mitad de la nada, sin ningún tipo de 
                          servicio y con alguna que otra ruina de casa alrededor.  
                            
                              
                                
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                                  |  Boca do Río |  Poco tiene que ver con la Praia de Luz, 
                          la playa del pueblo del mismo nombre, ya muy cerca de Lagos. Luz está muy cerca 
                          de parecerse a los pueblos mediterráneos, con urbanización desordenada de 
                          edificios de apartamentos  de dos o tres plantas. Eminentemente turístico, 
                          su playa cuenta ya con todo tipo de servicios, paseo marítimo, mercadillos de 
                          venta de ropas, colgantes, portales y recuerdos... merendero, sombrillas y 
                          tumbonas, campo de voley y una multitud de turistas peleando palmo a palmo por 
                          un metro de arena. 
                            
                              
                                
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                                  |  Playa de Luz |  Y así llegamos hasta Lagos. Aquí nos 
                          detuvimos en Dona Ana y Batata, como las playas más significativas de perfil 
                          algarvino en cuanto a su belleza "per se", aunque son playas totalmente 
                          urbanizadas y, por tanto, masivamente explotadas. Finalmente merece la pena, ya alejadas de 
                          nuestro centro de vacaciones que era Salema,  destacar las playas de 
                          Carvoeiro y Benagil, como ejemplos de playas incrustadas dentro del perfil 
                          rocoso que domina todo el Algarve. A ellas se llega por el desvío de Lagoa en la 
                          N-125 y que se va abriendo a un nuevo Algarve, más turístico y masificado, entre 
                          campos de golf y urbanizaciones de chalets al final de los interminables 
                          toboganes que son las carreteras que conducen desde el interior hasta el mar. 
                            
                              
                                
                                  | 
 |  
                                  | la Ruta por 
                                    el Algarve
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